EL LARGO CAMINO DE UNA LIBRERÍA ERRANTE
tiene que ser insospechado.
tiene que ser insospechado.
Un amigo la rescató en Llay-Llay y se la llevó a Santiago para revivir los tiempos anteriores a las micros amarillas, la época de las líneas y recorridos tradicionales como la Tobalaba Las Rejas, la Matadero Palma o la Tropezón. Los apuros económicos la llevaron a mis sueños hace casi 4 años; entre talleres y galpones rurales la pudimos llevar en un viaje inolvidable a Temuco para su transformación interior. A fines de mayo último logramos por fin la utópica revisión técnica que la podía liberar por los caminos y coincidimos con la primera Feria del Libro grande de la Universidad Austral...casi no llegamos: apenas habíamos andado 40 kilómetros desde Temuco a Valdivia, cuando un problema eléctrico nos dejó sin luces.
El viaje que duró casi 7 horas estuvo a punto de transformarse en tragedia cuando un radiopatrulla no vio al bólido que venía en penumbras y casi se le inscrusta por un costado. Recuperados de la impresión, comenzó una muy breve persecución y el procedimiento de rigor. Cuando todo hacía suponer el término abrupto de la aventura, con multa y cana incluida, ocurrió el milagro: una coincidencia de nombres y circunstancias, como en un cuento de Borges, nos permitió seguir al destino. Aquel día terminó y comenzó a la misma hora, como a las 6 y cuarto de la mañana, luego de ir a dejar al chofer a Temuco y regresar nuevamente a Valdivia con otra batería. Así partimos en la Feria del Libro ValLee. Y fue tan buena la recepción, que nos invitaron a quedarnos más tiempo. Aceptamos dichosos, pero dejaríamos pasar una semana para viajar a casa y reponerse. Y regresamos de nuevo, esta vez desde Chiloé, como siempre, viajando de madrugada. Para no aburrir con esta historia, resumo: saliendo de Pargua comenzamos a notar algo extraño, no veíamos tráfico de vehículos y los camiones estaban detenidos en la berma con sus luces intermitentes, pensamos en accidentes, pero era raro que hubieran ocurrido en ambos lados de la autopista. Ya cerca del peaje, otros transportes estaban también detenidos, e incluso había conos que limitaban el tráfico a una sola vía. En medio de esa oscuridad y ya comenzando a espesar la neblina, alguien con una linterna nos señaló por donde pasar, lo curioso es que siguió alumbrándonos a la cara y luego por las espalda. No alcanzamos a llegar a la ventanilla del peaje, cuando fuimos rodeados por varios carabineros y hombres de civil, que nos apuntaron con sus pistolas, de frente al conductor y nos gritaron que fuéramos hacia la parte de atrás del furgón. Salimos con las manos arriba, sin entender nada. Atrás había más uniformados con armas apuntándonos. Nos observaban tratando de ver en nosotros alguna señal de culpabilidad. (Claro, me acordé de Kafka y me vino un pánico terrible). Medio tembloroso les dije que veníamos de Chiloé y que llevábamos a mi hija en la parte de atrás durmiendo en el colchón y que nos dirigíamos a Valdivia a vender libros en una librería andante...comenzaron a bajar las armas mientras uno de los uniformados, el más viejo, esbozaba una sonrisa (volvían a ser más normales)...ahí supimos que recién habían asaltado la plaza de peaje, que habían dejado abandonado un vehículo y que habían tirado miguelitos y que además había un fallecido en un accidente...qué noche...la ruta con miguelitos y neblina...y asaltantes...encañonados como delicuentes..supe al menos lo que se siente...bueno,esta es la historia de cómo se inicia la segunda parte de este viaje...de una micro que se transformó en librería errante.