31 enero 2015

VOLVIMOS...PERO CON UNA TRISTE PARTIDA



      Había que volver.  No podíamos seguir mudos después de haber corrido tanta agua bajo el puente. Pero el río fluye solo. Lo sabemos.

      Durante el invierno pasado sobrevivimos tal vez si de milagro.  Los amigos no faltaron y las ferias del libro de la Universidad San Sebastián, la de Valdivia, la de casa aquí en Castro y las compras institucionales nos tendieron puentes, nos cobijaron lo suficiente como para estar hoy día
de nuevo con ganas, como en el comienzo de este camino de hace tantos años...no sabemos adónde haremos nido, avisaremos con tiempo, tal vez en dónde mismo o en una dirección nueva, ha sido incierta la nueva casa, no como hubiéramos querido ni como lo habíamos imaginado, pero en fin, estamos de vuelta.  Lo sabemos...

   Pero en este regreso lamentamos y hacemos duelo por nuestro amigo: Pedro Mardones Lemebel.


 
Apareció por una ciudad de Castro que no sabía de moles parquímetros  ni multitiendas, que tenía  más árboles y  todavía parecía que la atravesaba el viento; era la época cuando por  las tardes nos visitaba Don Norman, el abogado Norman Garín, con su atado de carpetas bajo el brazo y su e-terno café oscuro.  La casa de "sapito" Vidal nos albergaba y teníamos películas clásicas mexicanas y del oeste en unos grandes estantes como de oficina.  
               Fue a través del partido comunista que se hizo el contacto, si mal no recuerdo.  Pedro tenía cierto resquemor con el sur, tal vez era su desconfianza con los nazis que se refugiaron en la patagonia.  Tampoco conocía a nadie y vendría solo, sin otro escritor con quien hacer yunta...tendríamos un encuentro con los amigos y sus lectores en la librería, realizaría una lectura en el Salón Parroquial y  visitaría la casa Salvador Allende entre otras cosas.  El hielo ya se rompió en nuestro viaje desde el aeropuerto a Castro.    Hasta aquí creo que podríamos contar, lo que vino después sería bueno que otros completaran esta historia con sus propios recuerdos...


              ...Pedro lo pasó bien, el viaje le hizo bien.

Tanto que se perdió en la noche y emprendió su propio
 vuelo.  El otro, el que tenía que tomar en el aeropuerto de Puerto Montt, lo dejó botado por un buen amigo...
"conversamos hasta al amanecer...este niño me dejó loco con la física cuántica...", se excusó.

                Todavía escucho su risa cuando salvamos del parte
 en el cruce de Ancud camino a Chacao.  Tenía que tomar el segundo vuelo de regreso a Santiago, no podía perderlo otra vez y no  quedaba mucho tiempo para la salida del avión.  Pero, nuevamente se había dejado atrapar por los  amigos y estábamos contra reloj.  Justo a la salida de Ancud,  en el cruce  a Chacao, había un disco pare; como no venía nadie  lo pasamos a toda velocidad...a los pocos metros sale de la nada un carabinero y nos señala hacia la berma para que nos detuviéramos.             

                                                                                                                                       
Se acerca a mi  ventanilla y le digo muy nervioso que llevaba al famoso escritor chileno Pedro Lemebel,  que no podía perder su avión, fue entonces cuando el carabinero al asomar un poco más su cabeza por el lado del conductor,   miró al escritor famoso, recién maquillado, con sus labios rojos, y  su pinta de artista de cine que le dice "oficial,  vamos muy atrasados y después tengo que partir a México...";  el uniformado puso una cara de no entender bien quiénes éramos, me miró y miró de nuevo a mi pasajero, lo observó detenidamente unos segundos y mientras nos devolvía los documentos, nos dejó seguir para que pudiéramos alcanzar el vuelo.


              Lo pasó bien.  Y nosotros nos quedamos hoy con su recuerdo, con su voz que perdurará no sabemos cuánto tiempo.

                Hasta siempre.